LA ALDEA MALDITA
Capítulo
8
Halo versus Oscuro
Decidido, abrió la
puerta colándose en el largo pasillo para atisbar hacia sus adentros divisando
a un par de policías armados hasta los dientes. Sin abandonar mofa, se acercó
silbando alegre tema aderezado con acertado paso de baile a lo Fred Áster que liquidó deteniéndose a la
altura de los funcionarios, los mismos que custodiaban el habitáculo del recién
ingresado en la quinta planta.
Al mirar hacia la
abatible vio reflejada su estampa en el cristal; alzada media con atractiva
melena y silueta diva. La viva imagen de Adela,
toda una belleza.
― ¿En qué puedo
ayudarte, monada?
Es cierto que tenían
recortadas y pistolas, que iban uniformados y estaban adoctrinados para
enfrentarse a cualquier dificultad. Pero detrás de tanta purpurina sólo
existían dos críos faltos de experiencia, atiborrados de miedos, de dudas, de
recelos, deseos inconfesables y pequeños pecados. Puede que su afición a fumar cannabis en la intimidad agarrando
torpes la quinta cerveza de la noche para teclear el número del chulo
contratando esclava. Y en mañana albeada vistiendo de ley excusa, enardecer
derechos que ultrajan jornada tras jornada, noche tras noche.
La debilidad siempre es
más poderosa en aquel que se cree omnipotente, entregado en aras del
inmovilismo disfrazado con falaz ideario, ese caminar por raciocinio que te
deja postrado en el sillón coronado y sin reino; delicia que olía a distancia,
conocía y pretendía utilizar, utilizándolos.
―Estoy agotada, todos
los días limpiando cuerpos inertes. No sabes lo que me cuesta admitir que no
tengan ninguna reacción cuando los palpo. Por norma, no necesito siquiera tocar
a cualquier hombre para que sufra reacción.
―Vaya, juegas duro,
chica.
―Esa misma reacción,
duro y erguido pero en femenino. ¿Verdad? Dura y erguida.―Ronroneando casi
mejilla con mejilla, percibió extraño por el rabillo del ojo.
El más apuesto, la
agarró por la cintura usando a su compañero cual pantalla para no llamar la
atención de las dos enfermeras que permanecían en el mostrador ojeando papeleo,
a pocos metros. Siendo rechazado por Cárdenas
en repentino cambio que llegó a molestar al jovenzuelo inexperto de tal manera,
que asió sin delicadezas el débil brazo de la falsa muchacha, dejando
prepotencia pueril con nefasto comentario. Tentando al diablo, nunca mejor
dicho.
― ¿No serás una calienta
pollas, verdad?―Mala jugada.
―Me encantan las confrontaciones,
palabras potentes, violentas, que denotan impotencia y sumisión. Dime; ¿vas a
llamar a mamá o te vales solito? Creo que este baile te viene grande, niño.
― ¿Cómo?―Anonadado por
el brusco cambio de la falsa fémina.―Si buscas potencia estás hablando con el
tipo adecuado.
Es posible que fuera
simple reflejo de cualquier luminaria, al menos así pensara de ser cualquiera.
Pero para saber, vejez. Doctrina experiencia de encuentros variopintos con un
viejo conocido. Cayendo en la cuenta, el desastre, el imprevisto de que si se
trataba de él aún no había alcanzado el anhelado plano real. Permanecía preso
en el cuerpo inerte de Remilgado López a
pesar de haber vivido, sentido, experimentado su despertar… Nada y todo, la
creencia frente a la negación. Puede que haya sido víctima en vez de verdugo.
Que siga perdido entre la densa arboleda de Madre.
Fugaz, retornó el
destello por su lado derecho. Pero en esa ocasión alargó la mano a velocidad
terminal ante la descompuesta mirada de los uniformados. Atrapando cuerpo enano
de peluche que intentaba escapar de sus féminas zarpas…
― ¡Menudo truco de
magia, chiquilla! ¿De dónde coño has sacado el peluche? Impresionante.
Inmóvil, observando al
felpa con el brazo extendido, presionando desmesurado al que seguía intentando
liberarse cual tierno encantador de alto voltaje. Dedicó avizoro correspondido
por el pequeño juguete, el viejo conocido, su eterno enemigo.
― ¡Y el oso parece
vivo!, esta tía es la guinda…
―Halo, debí sospecharlo desde el principio. Pensé que andabas
haciendo de las tuyas en el invisible, allá en la puta aldea. Jugando a
tontunas existenciales desde la terca inexistencia. Pero veo que mi hermano
sigue rigiendo tu vulgar vida. De dios a mero recadero. Bien pudo venir el Maestro en persona pero nunca se ensucia
las manos aterrado por saborear la derrota, siempre envía a su perro.
Comenzó en la punta de
los dedos que atenazaban alrededor del pescuezo tela, imitando sombra
proyectada por nube tapando el vigor del sol, que en aquella dantesca escena
representaba la piel atrayente de la falsa joven. Marchitando, adquiriendo
húmedo tono grisáceo, viscoso, a la par que multiplicaba su dimensión alcanzando
infernal apariencia gracias a las negras magias del monstruo, puesto que de la
hermosa regeneró mostrando al mismísimo diablo.
― ¡Qué puñetas!―Apuntó
con la sesga vidas.― ¡Pide refuerzos, coño!
―Aun estás a tiempo de
liberarte, soltar el lastre, los grilletes normas y ser lo que en realidad
eres. Un duende capaz de lo que nadie puede, ni siquiera tu mentor. Tus
antepasados comprendieron su magnánima presencia dando espalda a los aburridos Maestros. Aquella dulcificante batalla…
―Nos dispararán.
―Lo sé.
¿Quién es la amenaza?
Apuntaron al dantesco sumido en descarada indiferencia, sin respeto hacia los
uniformados aliados, víctimas del miedo. Y varios rugidos escupieron muerte
sobre aquel que muerte es, impactando en su costado y en plena mejilla,
estallando sus carnes sin perder el elixir vida carente en su porte
fantasmagórico, solo viscosidad grisácea entremezclada con hueso que nada mermó
la suprema estampa del señor Oscuro
que regeneró de inmediato las pérdidas sufridas por los sufridos destinados al
ocaso, a su toque perverso, a su famélica intención de sembrar la semilla de su
raza.
Aunque para eso, se vio
obligado a soltar al guerrero de peluche que salió embalado hacia la recepción
donde se refugiaban las ateridas enfermeras en su auténtico cual sol, luz atrayente…
dejando a su suerte a los dos sentenciados y los restos tela de su inerte
posesión fracasada.
―Me encanta la
violencia.―Llegando mucho más allá de lo perverso.―Es fuente inagotable de
alimento.
― ¿Qué coño eres, Freddy cuchillas?
―No es mala idea,
chaval.―Ladeando siniestro su cara.
Sonata del averno
irrumpió en la quinta planta del respetable hospital congelando a todo aquel
que escuchara. Tormento sin visión que trasladó la esencia del tártaro entre
los mundos del imaginado y el real, inseminando terror en cada ser viviente de
la quinta, de la sentenciada, del epicentro donde se dirimiría merced
condenando a la humanidad, trastocando sus flojas bases para reconvertirla en
otra cosa, en otra esencia… Viajar hacia el plano real donde convergen todas
las energías para encontrar a Madre,
para devorar a Madre, para acabar de
una vez por todas “en” Madre.
Halo, quedó flotando junto a las sanitarias que se
arrodillaron rezando padre nuestro convencidas que era sin duda un ángel
enviado por Dios.
―¡¡¡Halo!!!―Grito atronador.―Sabes que sé cómo escapar de este plano,
sólo tengo que encontrar al durmiente. Pero antes me gustaría jugar contigo.
El color de las paredes
del pasillo desapareció tapado por lienzo desesperanza del rojo vida extirpada
desde sadismo cual religión, de aquellos solo quedó sangre y motas de carne
triturada redecorando el final del corredor, el inicio de la pesadilla.
―Disculpen, señoras. Soy
consciente que dirigirme a ustedes conllevará insuperable trauma, pero necesito
de su inestimable ayuda.―Susurró a las entregadas al rezo.
― ¡Ave María purísima!
Es un Arcángel del señor. No tenemos
por qué temer, él nos protegerá.―Proclamó la más veterana poniéndose en pie en
aras de su credo para dirigirse al maligno sin tapujos.― ¡Satanás! Vuelve a los
infiernos en nombre de nuestro creador. O el peso de la justicia divina caerá
sobre tu sombra arrastrándote a las llamas eternas de donde jamás debiste
salir. En el nombre del padre, del hijo y del espíritu santo.
― ¡Mierda! Pensé por un
momento que superasteis la dichosa edad media, por lo visto no es así.―Hablara
la luz estrella entrando ergo en acción.
La miró entre sonrisa y
hastío, caminando absurdo hacia el recibidor pantalla canturreando de nuevo,
ejecutando pasos de baile perfectos hasta detenerse a poco más de un par de
metros de la exorcista avalentonada tanto como eventual, obesa mórbida que le
costaba incluso respirar; para chupar sus ensangrentados dedos con gesto mofa,
le divertía la excéntrica escena surrealista. Incluso más surrealista que su
propia presencia en el desconocido plano actual.
Hembra de enormes pechos
solo comparables con su ancha espalda, lo miraba nada miedosa rezando a la
velocidad de la luz y sin dejar de santiguar al viento. Si luciese atuendo
monja la escena seguro que resultaría más convincente, aunque nada de la
parafernalia cristiana influía en el siniestro asesino.
―Mujer, si supieses las
veces que me han soltado esa chapa, mostrado crucifijos, empapado con agua y no
sé cuántas memeces más. Y sin embargo, mírame; sigo estando aquí. Aunque seré
condescendiente y dejaré que lo intentes, puede que después de tantos milenios
con vuestro redunde cause efecto hoy, nunca se sabe pese a conocer el
resultado.―Apoyándose en la pared, cerca de los sillones, junto a la máquina
expendedora de café.
―¡¡¡Satanás!!!
―Perdone.―Interrumpió
guasón el señor Oscuro.―Le
agradecería que soltase la versión escueta, no sea igual que otros tantos que
me tuvieron horas escuchando payasadas. Puede pasar directamente a preguntar
cuál es mi nombre, creo que es el momento álgido del exorcismo, lo máximo. En
sus manos lo dejo aun solo durante un minuto, después obraré para que vea la
luz. Tranquila, piense bien cuál será la oración que desintegre mi
estampa.―Golpeó su muñeca con el índice repetido, clavando mirada perversa en
la adversa convencida.―Tic-tac, el tiempo corre, le quedan cincuenta segundos.
Cuarenta y nueve, cuarenta y ocho, cuarenta y siete…
― ¡Amparo coño,
agáchate!―Sugirió su compañera sobrepasada desde el ridículo escondite,
sufriendo repentino atraganto que la sumió en sueño inmediato.
―No creas que te temo, Lucifer. El Arcángel ha venido a por ti.
―…Cuarenta y seis,
cuarenta y cinco…
Rescató de su recatado
escote colgante cruz que besó cual desafío al que creía que era Satanás, para caminar llevada por cierta
ensoñación que la abdujo borrando temores hasta salir del recibidor decidida; llegando
a la altura del animal empapado del cruento desenlace que regaló a los
uniformados.
Besara de nuevo la
creencia oro, juntando ergo palmas y bajando persianas para observar coleto. Concentrar
su ferviente cual arma poderosa capaz de disipar pesadilla gracias a la fe, su
luz, cual armamento que pensaba que era decisivo.
―…Veinticinco,
veinticuatro, veintitrés…
―No hay más que la
justicia divina, monstruo…
―… Veintidós, veintiuno,
veinte.
―Dios rige desde… ¡Qué
coño! Dios es una buena excusa para pasar el jodido cepillo y vivir del cuento,
¿tú qué crees? Si es que crees en algo. Seguro que en las matemáticas, ¿verdad?
No vayas a pensar que tengo poderes paranormales o anormales, es simple
deducción al comprobar que realizas perfectamente la cuenta atrás. Eso indica
que tienes que ser todo un campeón contando al derecho, ya sabes, al derecho
del anverso.
El radical cambio de la
obesa con exagerada papada, desbarató al señor Oscuro produciendo aquello que llevaba sin padecer desde hacía demasiado,
curiosidad. Sobre todo cuando la cincuentona se quitó el uniforme alegando
falta de movilidad para quedar en paños menores; sujetador extra grande y
bragas saco mostrando esperpéntica imagen que rayaba el ridículo entre lo
graciosamente grotesco y lo grotesco sin gracia.
―Admito que tus técnicas
exorcistas son eficaces, mujer. Mucho más que el agua bendita y todo el ritual
romano. Estoy valorando seriamente rendirme siempre y cuando te vuelvas a
vestir… Te lo suplico, comienzo a tener palpitaciones, me duelen los ojos...
Ganaste segundos con tu espectáculo, señora grasa.
―Detesto cuando pasan el
jodido cepillo, es como contradecirse…
― ¿Qué?
―…Lanzan mensaje currado
y repetido donde intercalan ideario político, simple interés egocéntrico de
ámbito puramente terrenal, y no tienen otra ocurrencia más que pasar la
bandejita para cobrar el mal lavado de cerebro que ni pone, ni quita mancha. Si
al menos soltaran alguna frase que hiciera pensar sin beber del librito, pero
nada. Nunca me cayeron bien los curas, aunque de entre tanto tarado seguro que
algún benévolo habrá, no lo niego. De hecho estoy convencido pues conocí varios
que apuntaban maneras, con valores de verdad, no esos prestados de la biblia.―Sobándose
ergo las enormes mamas cubre ombligo.―Hay que ver, son gigantescas, ¿verdad?
Podría utilizarlas como armas de destrucción masiva, seguro que para la asfixia
irán de lujo. ¿Te imaginas? Noticiario de las tres: …Al parecer existe el
diablo según nos informan, se hace llamar “Oscurito” y sucumbió lejos de las
viejas recetas bíblicas. Una valiente enfermera lo sometió atrapando su rostro entre
sus senos que le provocaron la asfixia. El mal, socavado por un par de tetas
haciendo bueno el dicho que reza que tiran más que dos carretas, es evidente
que me refiero a las…Tetas…
―Duende… no puedes
evitar soltar memeces. No conoces el factor sorpresa…Ya intentaste doblegarme
con tu verborrea cansina y no funcionó.
Prendieron los ojos de
la despelotada que adquirió posición karateca; pierna derecha ligeramente
avanzada, izquierda posicionando cual eje apoyo, palmas unidas rezo que acercó
hasta los carnosos labios para separarlas en circunferencia a lo Bruce Lee, dejando escapar ligero
quejido para comenzar a dar esos saltitos tan típicos del maestro de las artes
marciales.
Fue espectáculo vomitivo
a causa del bailoteo de las grasas que imperaban en cada centímetro del cuerpo
birria, causando risa en vez de respeto aun entremezclado con repelús arcada.
Puede que solo exponiendo aquel esperpento fuera suficiente para anular
belicismo en el malvado.
―Es el momento de
repartir estopa, Oscurito.―Prosiguió
ergo en tono heroico de filme Hollywoodiense.―
No te dejaré salir de este plano nunca, me convertiré en tu pesadilla, no
dormirás, no reirás, no alcanzaras (…) Bueno, no recuerdo bien como seguía,
pero tú ya me entiendes. No es la primera que tenemos. ¿Estás preparado para
que te patee el culo?
Parecía una broma de mal
gusto que quebraba por completo lo que debiera ser un enfrentamiento entre
poderosos entes. Oscuro, tras
levantar hombros aburrido, agarró una prenda que descansaba en el respaldo de
uno de los sillones para limpiarse el rostro. Lanzándola después con evidente
desánimo y encauzar la verdadera senda, su infalible plan capaz de noquear al
escurridizo y heroico Halo. Algo que
bautizó como la verdad. No sin antes explayarse con el inri infantil del duende
prepotente.
―Me asustabas más cuando
eras el oso amoroso bravucón, con ese cuerpo desluce la batalla. Cierto que
golpear tu grasiento envase me produce rechazo, pero es lo que hay…
―No seas tiquismiquis, Oscurito; mi idea era poseer a uno de
los policías, hubiese bordado este momento con cualquiera de ésos que dejaste
hechos lonchas.
―Basta, no me apetece
entrar en tus juegos, nos conocemos bien, Halo.―Se
sentó en uno de los sillones.―Ella espera que entablemos batalla quemando nuevo
tiempo que en realidad es anciano, mientras devora las esperanzas, nuestras
legítimas esperanzas de ser libres. Sólo somos motivación abnegada,
confrontación insustancial que produce inmovilismo retroalimentando a Madre. Mira a tu alrededor, observa el
pasillo, los mismos personajes, repetidos nombres o nuestra nula capacidad de
ver con claridad cualquier pormenor. Estamos sometidos en escenario
preconcebido con detalles que no apreciamos (…) las mismas puertas e idénticos
pomos, salas, colores, olores (…) Madre
representa la celda angosta y su imaginación crea el vasto ficticio que
aceptaba hasta ahora. Somos cautivos de nosotros mismos, cosa que pretendo
subsanar.
Abandonó su posición de
ataque disipando el poderoso destello de sus ojos.
―Madre no es cierta, Halo;
solo temor tras el trauma que nos constituyó. Debemos cerrar el círculo
alcanzando al durmiente para cruzar al plano real. Dicho de otra manera,
despertar. Llenar de oxígeno los mismos pulmones pues somos la misma cosa, un
mero mortal asustado y enchufado a máquina que no encuentra el camino de
vuelta. Pero yo sé que botón hay que pulsar, como regresar y recuperar la
libertad. Ayúdame a despertar. Ayúdanos a despertarnos. Salgamos a la realidad
abandonando este despropósito, quiero libertad aunque eso condicione cambiando
lo eterno por lo efímero.
―No estamos dormidos,
somos energía carente de físico, carne, exentos de su naturaleza. Me sorprende
tu nueva postura, Oscurito, te tomaba
por un ente tenebroso, corrupto y mortífero. Puede que te hayas ablandado con
el tiempo, pasas demasiado trecho solo y eso no es nada bueno. ¡Coño! Ni
siquiera aceptas la compañía de cualquier mascota, sin hobbies, sin metas; empecinado en esa locura de pelear, rajar,
destruir y volver a empezar con argumentos de pena… No estamos dormidos señor
depre, son ellos, los durmientes, no nosotros.
― ¿Y qué son los sueños
o las pesadillas sino energía? Crees lo que mi hermano te cuenta, sus insulsas
historias dogma que pretenden lo que no eres capaz de ver. El tiempo juega en
contra de todos y el Maestro lo sabe.
De ahí este enrevesado plan, utilizar al más poderoso que después anulará
condenándolo al vidrio cuando alcance su meta… Ya sabes, esos tarros de cristal
que tanto te horrorizan, tu talón de Aquiles.
No te dejará salir de este universo al ser consciente que de hacerlo
sucumbiría. Eres su mayor amenaza, duende, por eso te mantiene cerca, para
controlarte. Sin embargo yo nunca aprobé o rechacé tu existencia conocedor de
la importancia del todo, desde simple piedra a tu imponente poder lumínico,
porque todos somos lo mismo… Tu Maestro
se aferra a la locura en acto desesperado, negando la evolución que condena
todo lo que conoces. Es perdón sin pecado, duende, las viejas historias,
leyenda albeando tras la enorme montaña incapaz de defender nuestra insulsa
ensoñación. Esta vez los lobos vienen de fuera hacia Madre, y están famélicos por hincar el diente al no conocer la
piedad.
Tamizaba el mensaje
confundiendo al duende caído en el prado incertidumbre, al contemplar esa
loquesca posibilidad que no difería de las locuras en las que creía ciegamente;
su mundo basculaba por atmósferas imposibles allá, en la tierra sagrada junto a
su mentor defendiendo los lindes de Madre.
Capitán Lobo al acecho de alma corrupta destruyendo malditos, perdonando
benditos… Repitiendo su quehacer por los siglos de los otros gemelos que nada
cambian…Murmurara entonces;
―Siempre el mismo
durante milenios a excepción de aquella excursionista que abatiste.
―Segundos, duende; aquí
no existe el tiempo, nadie envejece. Los muertos vuelven a despertar en
pesadilla mortal, avivando de nuevo una y otra vez. Todo esto es una inmensa…
¡Mentira!―Recobrando la verticalidad.―Pero fuera, en el plano real donde
convergen todas las energías el tiempo cala, debilita, va plagando de taras el
rostro, desintegra memoria. Nuestro inexistente morirá a manos del real puesto
que allá, allá… La muerte siempre gana... Puede que no temas a la Parca por tu condición divina, nada de
lo que aquí habita se puede comparar contigo aunque lo rehúses. Sin embargo tu
mentor es tan finito como yo, la muerte nos alcanzará atrapados en la fantasía
generada por el miedo. De ahí su rocambolesco plan, al límite, no pretende más
que apropiarse de la virtud pura, innata y divina por mera supervivencia. Tú
apoderado se apoderará de ti mientras sigas enganchado a su teta falaz.
―Lo que dices no tiene
lógica.
―No conocer, duende; ese
es tu mayor error. Remilgado López es
la respuesta.
Señaló hacia los
adentros sangrientos del pasillo sin apartar mirada de la obesa, invitando al Halo a que indagara por sí mismo.
―Siempre estuvo donde
está, la última habitación de la quinta planta, junto al resto. Solo tienes que
cruzar la puerta y comprobarlo. Permanece inerte pegado a la ventana, ayudado
por la bendita máquina que nos permite subsistir en nuestro universo.
― ¿Otro truco de los
tuyos? Recuerdo bien la jugarreta en aquel castillo, ha llovido mucho desde
entonces.
―Desconocía la verdad, Halo. Me costó aceptarla, hasta que
avizoré lo irremediable avanzando impasible sobre nuestro cosmos. En tus manos
dejo tus decisiones, eres tan libre como esclavo, duende. Si prefieres que nos
arranquemos las extremidades en batalla sin cuartel, aceptaré sin más. Al fin y
al cabo la partida está prácticamente acabada. Esto no es más que gentileza,
puede que no me caigas tan mal al fin de cuenta.
―Está bien, accederé
bajo una premisa.
El señor Oscuro dejó entrever cara satisfacción
esperando escuchar la demanda de la deidad luz.
―Deja ese cuerpo,
cédemelo y cruzaré la puerta.
―Sigues enfrascado entre
océanos falacia. Solo soy el que soy, no poseo a ningún durmiente, Halo. Pero si te sirve, puedo cederte mi
propio ser, algo inaudito si atendemos las proclamas de tu queridísimo Maestro. Romper la sagrada regla
reconduciéndonos a la verdadera libertad.
―No puedo poseer
energías y lo sabes.
― ¿Energía? Soy mucho
más que eso, estoy vivo. Entra en estas carnes y cruza la puerta, encontrarás
la verdad que arrancó la venda de mis ojos y hará lo propio contigo.
Hermosa fuera la salida
de la enfermera, resurgiendo sendos hilos lumínicos ascendentes de las
diferentes pupilas, para concentrar poderoso y atrayente núcleo que
incrementaba hasta formar diminuta y perfecta estrella zarca en constante
ebullición. Dejando su envase de carne y hueso petrificado durante varios
segundos para recuperar ergo la consciencia, maravillándose con la beldad del Halo.
― ¡Ave María
Purísima!―Entusiasmada por lo que creyó epifanía, descubrió que andaba en paños
menores.― ¡Dios santo! He sido mancillada por un auténtico Arcángel (…) Bueno,
debo haber sido mancillada pues…
― ¡Cállate!―Ordenó Cárdenas estatuando de nuevo a la mujer
por arte de magia.―Puedes entrar cuando quieras, duende.
Explosiones epicentro en
aquella luminaria perfecta, atrayente, puro hechizo capaz de encandilar al ateo
más acérrimo para convertirlo en la oveja más mansa del rebaño. Inerte en la
nada cual regente divinidad del cosmos inmediato, enorme poder condensado en
escueta bola lumínica con personalidad propia que caminaba por la cuerda floja
de la duda, tras escuchar a su dantesco adversario.
El señor Oscuro esperó retomando asiento tras
tocar con su índice la frente de la enfermera que desfalleció desplomándose en
el suelo.
―Sabes que si poseo tu
cuerpo tendré la posibilidad de neutralizarte, ¿por qué te arriesgas?
―Por la seguridad, la
verdad, el destino que cabalga nada caprichoso cargando contra nuestro
universo. Todo se consumirá borrando incluso el ayer en eclosión sin
precedentes. Madre no puede parar lo
que se avecina, duende. Pero quedas tú, sólo tú, pequeña bola zarca. Tú y Madre. Cuando entiendas lo que está
sucediendo alcanzaremos el plano real saboreando la libertad aunque solo sea
durante un mísero segundo.―Puso los brazos en cruz.―Si aún piensas que intento
engañarte, siempre me podrás neutralizar desde dentro.
Vuelo calma, reducida
estela cual paso inocente de infante convencido, avanzó la deidad cría hasta la
oscuridad densa, colándose por la boca del malvado en segundo roto pues
quebraba las normas dictadas por su mentor en nombre de ella, la defendida,
guiando a los guardianes del bosque a través de la masificada arboleda en busca
de alma maliciosa para saciar apetitos.
Abrió los ojos dejando
escapar reflejo imposible, omitiendo el zarco potente que lo identificaba para
emerger rojo encolerizado en el rostro rabia del brutal asesino.
―Me siento diferente,
rebosante de energía, de poder…―Soltó sorprendido frente a quien no se
sorprendió, la carne que poseía, la cual respondió a la nula pregunta
utilizando la misma boca, el mismo timbre de voz.―Es como volver a casa,
¿verdad? Recuperar un lejano pensamiento perdido en los desiertos interminables
e inhóspitos del olvido, ese mal que nos domina, para entender quiénes somos,
quienes fuimos; y avanzar hacia lo que queremos ser. Pero es solo el principio,
pequeño Halo, tienes que conocer la
realidad por ti mismo, cruzar la puerta, observar uno a uno hasta que nos
alcancemos, al final, junto a la ventana.