Abro el libro que me representa sin
tapas u hojas al yacer letra en mi porte invierno. Y leo cada grieta que me
observa desde el reflejo tardío, para darme cuenta que lo vivido es tiempo
perdido en el actual mandato del ocaso.
Así diluyen las alegrías que fueron
en penas por culpa del solsticio contra natura, para retomar aventura mortecina
cual estandarte vida del que fuera, con esperanza depositada en hado esquivo
cuando el hijo de mi sobrino albeara visita, me viera...
―Mi mujer fue motivo en gracia,
hijo...
―
¿Me das la
paga?― Descarado, inmundo mocoso.―Es
que...he quedado...
Abro el libro y vivo
finales desde el recuerdo recordado, desde el presente que me olvida al pasado
que me mantiene lúcido en mi encierro forzoso, en sus recuerdos...Y diera
billetes tras mostrar gratitud por su visita nada inocente...
Pronto terminaré...así
que vete.
P.D. Hay soledades
voluntarias (nada que decir) y esas otras impuestas por humanos que dicen serlo
excusándose en que allá, el habitáculo solsticio de penas en el geriátrico, el
viejo está mejor.
¿Acaso estarías de lujo
apartado de los tuyos? Cuestión retórica, ¿verdad?
Me despido no sin antes
desearte de lo bueno lo mejor con un hasta entonces, hasta
ahora.
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©Dadelhos Pérez