jueves, 27 de abril de 2017

La leyenda del olvidado (capítulo 4º)


Capítulo 4º

EL CLARO


Fueron tétricos momentos que se acomodaron en las entrañas del ancestral bosque concediendo falsa seguridad. Los soldados del ducado no tardaron en organizar la caza, sin duda nuestra única oportunidad pasaba por alcanzar el desfiladero, sus estrechas sendas circundadas por el vacío y rocas. Aunque para no faltar a la verdad, nuestro destino apuntaba directamente hacia la señora eternidad.
La clarividencia no rigió en mi porte hasta que alcanzamos el claro entre coníferas donde Olote ordenara alto, argumentando necesarias frente a lo inevitable. Mi señor siempre actuó de esa manera, descabalgar y pertrecharse concienzudo examinando a la vez el escenario, musitando inaudibles.
¿Qué tormenta os encendió? Los soldados del ducado rinden pleitesía a nuestro rey.Le dije estupefacto tras el combate.Verter su sangre nos convierte en...
No existe más que compromiso, zagal. Parloteas sin conocer amagos. Te lo explicaré más tarde, acucia el tiempo.Lamió su índice para cerciorar la dirección del viento.Debemos abatir su avanzadilla, no deben estar lejos.
Hábil estratega, repartió hierro ordenando posiciones en aquel apacible claro. Las rocas nos servirían cual muralla, escondite perfecto de cara al viento, cosa de vital importancia por la posibilidad de que llevaran perros.
No dudes, asesta desde el alma.
Sangre beberá el filo de mi perfecta, señor. Consciente del pecado que cierra las puertas a mi nombramiento.
Memeces. Si tanto ansías conseguir el rango de caballero.Desenvainó la asesina.Arrodíllate.
En mis anhelos imaginé el sacro ritual en la sala de armas, delante de ponderosos gladiadores cruzados, frente al cáliz del guerrero santo. Pero la providencia me otorgó minutos en el descampado, arrodillado frente a mi mentor que depositó su acero en mi hombro, recitando extraño alejado de la oración estipulada...
No sirve a sangre real quien príncipe naciera...Por san Jorge te nombro sacerdote de la santa cruz, caballero de Dios y heredero de las tierras que despojaron a tu padre, el rey Bendito.
Fuera mi gesto fruto del asombro tras escuchar sus extraños rezos, alcé indeciso con la intención de preguntar evidencias, pero el avance del enemigo imprimió prisas.
A tu lugar, príncipe Ahombre.

PD. Las verdades cincelan la dura montaña que no deja ver las verdaderas intenciones de unos y otros. Queda patente donde se halla el punto de inflexión, el duque, aunque el amanecer de las realidades precipitará a nuestros aventureros a las puertas del averno.
Hasta aquí el capítulo de hoy, puedes leer los anteriores pinchando en el enlace. Me despido no sin antes desearte de lo bueno lo mejor con un hasta entonces, hasta ahora.
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© Dadelhos Pérez