jueves, 6 de abril de 2017

Experimentarlo


U
n mercado dentro de otro mercado más grande, la cuestión es encontrar al mercader idóneo para alcanzar el necesitado anhelo sin importar demasiado el costo. Eso mismo llevaba rumiando durante años en silencio, en su universo perfecto que proyectaba mundos de letra de gran aceptación para con el gran público utilizando su mayor herramienta, la propia experimentación para saber ergo lo que escribía.

Llegó al medio día, tal y conforme acordaron en el recodo más penumbroso de la tasca madrugada, con un maletín repleto de oro para por fin culminar su deseo enmascarado tras la necesidad mencionada…Experimentarlo…

―Le veo algo nervioso, señor. No debe preocuparse, esto es igual que cocinar un par de huevos, no tiene nada de especial, aunque la moralidad desbordada por el resto común lo convierte en lo que lo convierte.

―No estoy nervioso, empiezo a dudar…

―Todos y todas pasan por el mismo trance.―Invitándole a entrar en la nave industrial abandonada.―Por norma general lo prueban y no vuelvo a saber nada de ellos, aunque existen los que quedan atrapados, viciados, ya sabe…Enganchados a lo más perverso de sus almas. ¿Sabe por qué?

―Sinceramente, me importa una mierda.

―Porque ya eran unos jodidos psicópatas, no hay otra.

Cruzaron el pasillo de las perdiciones hasta alcanzar lo que en su día fueron las oficinas del lugar, una puerta agonizante y cierto murmullo que procedía de las entrañas del pequeño averno improvisado, provocaron que el escriba quedara estatuado, dominado por las dudas conciencia que no dejaban de gritarle que no entrase en aquel malicioso cuarto…

―No es buena idea que ahora se eche atrás, señor. No recuperará el dinero y no aplazaremos la función.―Agarrando el maletín preñado de billetes.―Dentro dispondrá de todas las herramientas, puede experimentarlo durante parco segundo o dedicarle horas, depende del aguante del desgraciado. Usted decide.

―Necesito saber lo que siente un asesino, quiero calcar la verdad en papel…―Musitó.―De acuerdo, pero quiero quedarme a solas con la víctima.

―Sabe que eso no es posible, este juego es muy peligroso, las cámaras lo grabarán, amigo mío…Será mi seguro…Tendré la prueba de que usted es o será dentro de minutos un asesino, es parte del trato.

Danzaron locuras en su vientre que se enfrentaron a las corduras de su alma segundos antes de cruzar el linde de lo correcto y adentrarse en el brumoso que cubre suelo, amaga salida, precipita al otro lado desde la frialdad de revolverse al encadenado desconocido destinado a perder lo más valioso en aras de pura y neta demencia.

Cuando el mercader de pecados cerró la puerta vislumbró opacidades que se diluían en tímido resplandor regalado por tronera, las ventanas estaban totalmente selladas con tablas clavadas, el piso mostraba el abandono que pretendía consigo mismo. Y en el centro, respirar agitado, nervioso, junto al tintineo de las cadenas sentencia…

― ¿Por qué hace esto?―En oratoria entrecortada, tono grave, le preguntó el vagabundo.―Matar por necesidad lo puedo entender, matar por protegerse, matar por alimentarse…Matar por matar, pagar para asesinar…

Caminó hacia la enorme mesa donde esperaban las herramientas, puñales, bate de béisbol y una única arma de fuego…la rápida…

―Si cruza ese linde quedará atrapado, hay cámaras grabándolo, tarde o temprano será usted la presa…

Agarró la pistola plateada, estrella muerte en el habitáculo condena…La montó para acercarse al perdido apuntando directamente a su cabeza, pretendía liquidar rápido lo que quedaría eterno cual mácula corrosiva que consume, consumiéndole.

―No es nada personal, necesito experimentarlo.

―Entonces apriete el gatillo, amigo. Adelante.

Un destello en las profundidades del tártaro representa luminiscencia astro que anuncia sin equívocos. Segundo sirviera desconcierto para acontecer lo inesperado cuando el vagabundo enseñó sus sucias manos liberadas de grilletes…

― ¿Qué mierda?

―Las cámaras son ingresos y usted es la cena…

Apretó el gatillo descubriendo el engaño para retroceder en busca de hierro desesperado, sintiendo el gélido de las cadenas rodear su pescuezo, inmovilizándole…

―A todos y todas, querido amigo…Les invito a retroceder antes de comenzar la función…Hoy experimentará de lleno la locura.―Mordiendo y arrancando un trozo del cuello culpable que ganó inocencia por ingenuo…

Sonara alarido en la noche repetida cual lobo que alienta a la caza para acabar siendo cazado, a manos del auténtico depredador.