viernes, 21 de abril de 2017

El auténtico enemigo



Las paciencias siempre fueron lastre para los necesitados con resultado dispar de cara a sus adversos, atiborrados de manjares suntuosos en deguste sobre tabla dorada, sin olvidar el cuarteto de cuerda o piano (dependiendo del día) la servidumbre (esclava a diario) y filosofía heredada de la letra que no de experiencias que las cercioren o contrasten, no siendo así en todos los casos...

―Lo mejor, plantar lechugas, el opio del poblacho. Nuestras ventas con los ingleses mermarán notablemente, no voy a negarlo. Pero no podemos someter durante más tiempo al hambre, señores. Las revoluciones incitadas por ella siempre acaban decapitando sangre azul.

―Exagera siguiendo fiel vuestro fatalismo. Nosotros controlamos el poder, duque.

― ¿Qué poder?

―El ejército, la justicia...

―No albergamos suficientes balas para liquidar a casi toda la población. El único poder real del que disponemos se encuentra en nuestras tierras. Las lechugas son cultivo rápido que pondremos a disposición del pueblo mientras crezcan otros (…) propongo reservar un diezmo de nuestras tierras para aplacar al verdadero enemigo.

― ¿Los alborotadores revolucionarios?

―No, el hambre.

―Es descabellado regalar pan al holgazán, duque. Vuestra propuesta anda tildada de radicalismo contrario incluso a las santas escrituras.

― ¿Santas escrituras? Un padre provee a sus hijos, las escrituras no dan de comer, marqués. Debería recordar las lecciones de su buen padre pues sufrió codo con codo las escaramuzas que desembocaron en el último conflicto...

―Ganamos la guerra contra aquellos haraposos impíos.

―Menguamos su número aplazando el desenlace. El hambre nos condenará de no frenar la sangría. Otra guerra nos conducirá hacia nuestro fin aupando esas filosofías reinventadas...Sus necesidades se convertirán en la daga que seccionará nuestros gaznates...
 

P.D. Los buenos gobernantes son como los buenos soldados, si están fogueados, conocen trincheras y el sabor del desastre; conducen al pueblo hacia una estabilidad mínima subsistente. Ha sido el cáncer que desde casi siempre golpeó a la humanidad por la carencia histórica de justos con bastón de mando.
Curiosamente en la era dorada de los clanes, más allá del hierro, no existían tales taras pese a posibles conflictos de sangre.

La evidencia resulta aplastante, si un clan estaba compuesto de (por ejemplo) 50 personas, una sola pérdida peligraba su subsistencia. De ahí que imperase siempre la negociación con los clanes vecinos.

Sin embargo llegadas las primeras civilizaciones, un rey enviaba a toda una generación a la guerra porque le sirvieron un vino picado...Eso sí, el monarca observaba desde la distancia la contienda (y no por temor) era una lástima que se manchara su flamante armadura, por supuesto. Ellos mandaron escribir la historia, esa misma que se contradice dependiendo de quien la cuente. Es la pregunta del millón; ¿son ellos los asilvestrados o nosotros?  

RECUERDA que puedes colaborar con La Ranura de la Puerta comprando el nuevo compendio de relatos y micros por sólo 1€. Échale un vistazo pinchando el enlace.


Sin más que el menos que azuzó incrementos con ayuda del más que llegó después; me despido no sin antes desearte de lo bueno lo mejor con un hasta entonces, hasta ahora.

©Dadelhos Pérez