Dos voces fueron mías en las tierras perdidas donde todo restara
en suma bárbara que me redujera. Llegando a la frontera conocida como alba para
de las dos quedar la auténtica, al son inaudito de quien no se respetara
complaciendo memeces confundidas con quereres que matan, salvando
existencia.
Ergo reinaron soledades cual escriba dedicado, silencio necesitado
tras soportar lustro de algarabía introspectiva...Fuera sólo entonces cuando
dijera...
“...Gélido vence en hora que acaba para descubrir las
mieles de quien se encuentra, no existe mejor manera cuando fuegos apagaste,
salir al aire y viajar sin esperas para hallar complicidades con nueva estrella,
allá, en la cola del metro, en paseo por el parque, en la biblioteca, en la
calle, en cualquier escaparate (…) o como fuere (…) despistado en mi avizoro
buscando anhelo para tropezar con el deseo descubriendo mi
estrella...”
Todo lo de antaño resultó equívoco cuando me hablaste descarada de
tu alma, niña desnuda te mostraste ante mi asombro por descubrirte.
Comprendiendo al instante que a mis treinta y algunos por fin había encontrado
mi casa.
Cierto, querida amiga; otra estrella irradió cegando sentidos para
vigorizar vivencia hasta que mi alma comulgara con ella desligando lo
nuestro.
Queda amistad imperecedera compartiendo sin amagos nuestros
mundos, dejando prueba que el amor verdadero prevalece aunque expuesto en el
escenario de la amistad, pero amistad verdadera.
Dedicado a ti, buena amiga...Ángela G. E. (besos castos y sinceros
con el corazón en mano y siempre desde el alma.)
P.D. Una dedicatoria pública a una amiga eterna a la que adoro (A
ti también, María. No sea que me dejes sin postre.)
Cumpliendo con el dictado de mi alma frente al recuerdo grato, me
despido no sin antes desearte de lo bueno lo mejor con un hasta entonces, hasta
ahora.
Puedes colaborar con
La Ranura de la
Puerta comprando nuestro compendio de relatos y micros
electrónico por tan sólo 1€ en Kindle, échale un
vistazo pinchando en el enlace.
©Dadelhos Pérez