viernes, 28 de abril de 2017

A mi amiga



Dos voces fueron mías en las tierras perdidas donde todo restara en suma bárbara que me redujera. Llegando a la frontera conocida como alba para de las dos quedar la auténtica, al son inaudito de quien no se respetara complaciendo memeces confundidas con quereres que matan, salvando existencia.
Ergo reinaron soledades cual escriba dedicado, silencio necesitado tras soportar lustro de algarabía introspectiva...Fuera sólo entonces cuando dijera...

...Gélido vence en hora que acaba para descubrir las mieles de quien se encuentra, no existe mejor manera cuando fuegos apagaste, salir al aire y viajar sin esperas para hallar complicidades con nueva estrella, allá, en la cola del metro, en paseo por el parque, en la biblioteca, en la calle, en cualquier escaparate (…) o como fuere (…) despistado en mi avizoro buscando anhelo para tropezar con el deseo descubriendo mi estrella...”

Todo lo de antaño resultó equívoco cuando me hablaste descarada de tu alma, niña desnuda te mostraste ante mi asombro por descubrirte. Comprendiendo al instante que a mis treinta y algunos por fin había encontrado mi casa.
Cierto, querida amiga; otra estrella irradió cegando sentidos para vigorizar vivencia hasta que mi alma comulgara con ella desligando lo nuestro.
Queda amistad imperecedera compartiendo sin amagos nuestros mundos, dejando prueba que el amor verdadero prevalece aunque expuesto en el escenario de la amistad, pero amistad verdadera.

Dedicado a ti, buena amiga...Ángela G. E. (besos castos y sinceros con el corazón en mano y siempre desde el alma.)

P.D. Una dedicatoria pública a una amiga eterna a la que adoro (A ti también, María. No sea que me dejes sin postre.)

Cumpliendo con el dictado de mi alma frente al recuerdo grato, me despido no sin antes desearte de lo bueno lo mejor con un hasta entonces, hasta ahora.

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©Dadelhos Pérez