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legué con los párpados marcando cansancio
junto a las ojeras evidencia en sábado de reencuentros. Viaje relámpago que
aproveché con la convención de María para encontrarme fugazmente con Noelia,
vieja colega de letras que conocí hace años en Puerto Ordaz (Venezuela) y
seguimos manteniendo contacto por correo electrónico.
Fuera parca hora sentados en un pequeño
establecimiento allá en el barrio de Malasaña a pesar de mi repulsa por
frecuentar cafeterías (prefiero pasear o conversar en banco parque) donde denotó
la sabiduría casi infinita de la enorme poetisa (y amiga) enlazando fluida parla
por poco radiofónica con argumento vivido y destello hechizo en sus ojos
esmeralda.
Le conté novedosas compartiendo las suyas
entre sorbo de café y sonrisa dibujada en la tez de almas unidas por aprecio sin
contraprestaciones.
No pudo evitar solicitarme que leyera a
media voz un poema, juego que desde el primer minuto compartimos, empecinada en
su idea de que cuando alcanzo el segundo párrafo dejo de leer para vivir el
escrito. Me cedió el libro besando mejilla y soltó…
― Venga, viejo. Dale vida, regálame un
minuto.
Son pequeñeces que alimentan amistades
verdaderas, y accedí abriendo el poemario para iniciar la lectura sin apartar
mis ojos del papel…
Lo extraño brotó a los segundos pues la
barahúnda del pequeño local (4 mesas) silenció cual toque magia. Acabé alzando
mirada para vislumbrar la cara gozo de Noelia sorprendiéndome aplausos de los
pocos que poblaban la cafetería (confieso que me abrumó tanto que decidimos
abandonar la sala y pasear hasta la avenida)
Nuestra despedida resultó dolorosa,
siempre ha sido así, nos miramos a los ojos para fundirnos en abrazo, besos
mejilla que tocan alma y un hasta ahora.
P.D. No siempre fue así mi vida, nada es
perfecto, caminé entre tumultos que se ignoran e incluso llegué a bailar con el
diablo. La cuestión es que deshacerme de escudos y corazas construyendo verdades
en mi cotidiano, sembró amistades puras que siempre albean sonrisa alejada de
esperanzas pues no existen esperas.
También gané el regalo de María entre
escueto vasto que compone mi microcosmos.
Sin más que todo lo expresado desde la
vida de este humilde en directo, me despido no sin antes desearte de lo bueno lo
mejor con un hasta entonces, hasta ahora.
©Dadelhos Pérez