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ucen vientos de tormenta heredados por
tormento, quiebra alma al momento, pues occisos enterrados en mi coleto burlan
tierras que los hacen prisioneros. Y la guerra voy perdiendo en el adentro
enfrentado a su mirada, resurgiendo sentimiento que me tara cual humano
entregado en la pugna introspectiva por adicto a la
vida.
Muerdo labios, desvío ojos y aprieto los
puños…Por dios no es nada, musito nervioso, ganando las claras en sentir
vigoroso…Estalla mi alma mermando gesto y el fuego se asoma por mis ventanas,
resisto segundo que pare delirio y agarro sus manos del todo
cautivo…
Lucen dudas que caen cuando ilumina mi
diosa su encaro, un suspiro que atrevido chilla en el vértice de la locura sin
diabluras, letras pequeñas o excusas, sólo silencio que nos acerca hacia la
tormenta…
Beso que yace descontrolado, convertido en
el siervo de sus labios, ella estremece en la centésima donde nuestras almas se
encuentran…Voy buceando por sus poros, recuperando creencia, rozamos celestes
con los pies en la tierra, engullidos ambos en la tormenta
perfecta…
Lucen vidas cual pecado de nuestras almas
entregadas, de nuestros cuerpos comulgando…La miro, y
callo…
Lucen vientos de tormenta en destellos que
mato al agarrarme a la cordura y negar evidencia que me convierte en ser
humano.
Y ella…Ella sonríe nerviosa desde el
tiento de la carne dictando negativa a la culpable que propone, su alma…frente a
su esclavo…
P.D. Es un capítulo errático que desembocó
en el presente, no pudimos actuar como máquinas éticas y nos consumimos en
nuestra tormenta perfecta sin tormento aflicción.
Por cierto, la diosa se llama
María y el siervo Pepe (yo)
Ambos somos conscientes que otras
tormentas podrían albear en nuestros sinos, nunca se sabe e incluso no se
piensa. Vivirnos nos regala vida, ¿qué más se puede pedir?
De pecados yacieron milagros maravillas en
este viaje de sensaciones que es un regalo con nombre
propio…Vida.
Consciente del premio a la entrega
convertida en religión, me despido no sin antes desearles de lo bueno lo mejor
con un hasta entonces, hasta ahora.
©Dadelhos Pérez