martes, 28 de febrero de 2017

Mi debilidad por Ángela.



Los avatares en amago de sus reales provocaron nuestro primer encuentro en el centro casi exacto de mi ciudad amores, Valencia, cuando simple impericia de este escriba ensoñado en despierto y apagado, provocara tropiezo acertado que entonces representó mar de disculpas.

Ella restó importancia dedicando mirada destello donde descubrí universos que me llamaban. Supongo que por eso quedé petrificado al nunca congeniar con la señora vergüenza (soy escriba descarado desde el primer latido del constante) Ángela soltó carcajada cuando espontáneo, sin pensar demasiado o nada, le dije que no entendía su llegada al ser ateo convencido, que por lo vislumbrado, estaba en erro o equivocado por la evidencia de su porte… Ángel caído del cielo.

Preguntó tras la risa si esa era mi guisa para lanzar anzuelo, a lo que respondí sorprendido: “Le preguntó el pescador al pescado”

Es verdad que entre ambos reinó atracción carnal consumida en intermitencia por motivos, ideas o estilos de vida. Yo adoro la libertad heredada por nacimiento y ella, ferviente y apasionada poetisa, anclaba por entonces en el mismo mar hambrienta del mismo mal, el eterno aprendizaje personal alejado de la doctrina mentira o la domesticación velada… Suele decir: “Casi siempre es más salvaje el dogma que el asilvestrado, el segundo vive y deja vivir, el primero domina para vivir del resto.” Verdad que comparto.

Nos seguimos viendo con asiduidad en aras de buen rollo, es lo que regala amistad desnuda sin escudos ni excusas. Mi debilidad por ella, su creatividad o el halo que la envuelve, quedará intacta hasta la eternidad cuando ésta llame a mi puerta.
Cosa que sabe, siente y comparte… ¿Verdad que la vida es maravillosa? Al menos así es para mí, cada mañana un nuevo fulgor y/o aliento antes de encarar el escenario de la existencia…