Los avatares en amago de sus reales provocaron nuestro primer
encuentro en el centro casi exacto de mi ciudad amores, Valencia, cuando simple
impericia de este escriba ensoñado en despierto y apagado, provocara tropiezo
acertado que entonces representó mar de disculpas.
Ella restó importancia dedicando mirada destello donde
descubrí universos que me llamaban. Supongo que por eso quedé petrificado al
nunca congeniar con la señora vergüenza (soy escriba descarado desde el primer
latido del constante) Ángela soltó carcajada cuando espontáneo, sin pensar
demasiado o nada, le dije que no entendía su llegada al ser ateo convencido,
que por lo vislumbrado, estaba en erro o equivocado por la evidencia de su
porte… Ángel caído del cielo.
Preguntó tras la risa si esa era mi guisa para lanzar
anzuelo, a lo que respondí sorprendido: “Le preguntó el pescador al pescado”
Es verdad que entre ambos reinó atracción carnal consumida en
intermitencia por motivos, ideas o estilos de vida. Yo adoro la libertad
heredada por nacimiento y ella, ferviente y apasionada poetisa, anclaba por
entonces en el mismo mar hambrienta del mismo mal, el eterno aprendizaje
personal alejado de la doctrina mentira o la domesticación velada… Suele decir:
“Casi siempre es más salvaje el dogma que el asilvestrado, el segundo vive y
deja vivir, el primero domina para vivir del resto.” Verdad que comparto.
Nos seguimos viendo con asiduidad en aras de buen rollo, es
lo que regala amistad desnuda sin escudos ni excusas. Mi debilidad por ella, su
creatividad o el halo que la envuelve, quedará intacta hasta la eternidad
cuando ésta llame a mi puerta.
Cosa que sabe, siente y comparte… ¿Verdad que la vida es maravillosa?
Al menos así es para mí, cada mañana un nuevo fulgor y/o aliento antes de
encarar el escenario de la existencia…