Don Diablo
Fuera accidente que despertara a la bestia en la aldea perdida de mi infancia. Supongo que es imparable la naturaleza que rige indiferentemente de luces o… Macabros…
En una aldea cualquiera, 20 de enero de
2001
S
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upongo que interpuso su vocación por encima de lo
estrictamente profesional, es algo que nunca sabremos. Lo cierto es que un buen
día apareció en la aldea comprando a tocateja el viejo almacén en desuso del
señor Blof, situado junto a la parroquia, pared con
pared.
Su presencia avivó comentarios tratándose de quien se
trataba, experto en temas ocultos muy célebre a finales de los ochenta,
Romano Alcahuete De Pavía o
don diablo, sobrenombre que heredó tras su famoso programa
televisivo.
Verá, es verdad que los pocos vecinos lo
agasajaron con atención empalagosa, pero no crucé mirada con el foráneo al estar
inmerso en mis quehaceres. Trabajo y más trabajo que sólo procuraba un plato
caliente sobre la solitaria mesa.
Fue demanda del señor Blof que
acompañara al artista hasta los lindes de la vieja granja abandonada. No
pregunté más que por mis honorarios que atendió de inmediato con su estar
patriarcal, denotando cercanía aun con excesiva amabilidad que bien entendí al
ver suculento extra en el monto…
Así comenzara ergo la
tragedia
―Cómo seguro sabe, don Romano es experto en temas
ocultos. De ahí su interés por conocer la granja del riachuelo, simple
curiosidad, supongo. La cosa es muy sencilla, quiero que lo lleve hasta allí sin
contarle las viejas habladurías de la cruz.
―Lo único interesante del lugar es
la cruz, señor.
―Es una espléndida oportunidad para vender
el maldito terreno baldío y no quiero espantarla con chismes asusta
viejas.
Sobre el alto cerro donde erigían las
ruinas, pululaban terribles historias de muertes sanguinolentas ejecutadas por
extrañas energías que cazaban hombres para saciar la tierra estéril de la
granja. Mera habladuría que nacía de verdad contrastada, pues entre sus lindes
no crecían ni las malas yerbas. Era de todos los bienes del pudiente el único
que no sumaba gananciales, más bien todo lo contrario.
Recuerdo perfectamente cuando el gobierno expropió
vastos terrenos para la construcción de la nueva línea de ferrocarril donde
entraban las susodichas, que haciendo honor a su macabra leyenda, quedaron
descartadas tras producirse desgraciado accidente el primer día de trabajo,
varios operarios perdieron la vida imperando cierta desconfianza que provocó lo
que provocó, muy a pesar de don Blof
y su malogrado intento para que el
gobierno cumpliese lo firmado, una tragedia que sirvió tragedia en el hábil
acaudalado con distinto resultado. Los operarios salieron perdiendo a vista de
cualquiera, incluso de ciego.
Preparé mi vieja tartana, una pickup de los setenta que
usaba para todo, comprenderá que para trasladar a tal eminencia tuve que
adecentarla un poco, limpiar aquí y allá, llenar el depósito, para reglón
seguido dirigirme a la plazoleta donde me esperaba don
diablo
conversando con varios vecinos a las
puertas de su nueva adquisición…
Novela corta (capitulada) de terror clásico, rozando las
viejas fórmulas narrativas que espero sea del agrado de los amantes del género.
Entrega semanal.
Autor: Dadelhos Pérez Genero:
Terror (novela corta capitulada) entrega semanal.
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