SINSENTIDO (Relato/negro)
El vacío se llena de
banalidad reaccionando cual acto reflejo haciendo aquello que se hace cuando la
nada impera, puede que fumar, resoplar, perder la vista en el vasto cielo o
quedar petrificado frente a mirada que te copia. Todo sirve cuando rompe el
segundo que tara los que vienen sin remisión, así me quedé al escuchar su
negativa, vacío…
―Para concederle el
préstamo necesito que presente aval, cualquier aval que sirva, señor. Las
propiedades de su madre están hipotecadas y carece de ingresos demostrables. En
cuando a su situación, bueno, puede que no alcance siquiera para cuantías
menores. Siento tener que darle tan malas noticias.
Los buenos tiempos son
el lienzo de las grandes mentiras, todas las puertas se abren con atenciones
desmesuradas que te hacen sentir alguien apreciando lo que entiendes como
respeto, esa jodida palabreja tan cara de encontrar en actos de tus iguales que
no lo son tanto. Bueno fuera en los años del oro y destrío se convierten mis
noches famélicas. Sin el préstamo no podía enderezar el mal caminar del negocio
pues acumulaba ingente cantidad de facturas pendientes por esos pagos
estacionados en la excusa de la crisis… Peleé…
― ¿De qué me sirve
trabajar con ustedes si sólo están dispuestos bajo egolatría? Comprendo que es
negocio, todo lo es en esta vida aunque no se recompense con moneda, chico. He
invertido grandes sumas en tu banco cuando la cosa marchaba bien, sin
necesidad, sólo por cortesía. Ya sabe, esa cosa que lima asperezas y crea
vínculos para con el futuro… El mismo que ahora usted niega escondiéndose
detrás de la política de empresa. Chico, las empresas las forman las personas,
podrías indagar entre tus ofertas para encontrar una salida digna para ambos en
vez de cerrar puertas… La vida da muchas vueltas y uno nunca sabe que catará al
minuto siguiente.―Acercando tez y bajando tono.―Sé que tienes el suficiente
poder como para negociar una salida, no te estoy pidiendo imposibles. Ingreso
suficiente para pagar la letra y con un poco de atino podré liquidar la deuda
mucho antes de lo pactado. Pero necesito caudal para pagar las nóminas y al
maldito gobierno de haraganes, cubrir los próximos seis meses…
― Sólo soy un
trabajador, señor. No puedo alcanzar más allá, lo siento.
La vida es un carrusel
que no siempre vira hacia el mismo sentido, de eso entiendo bastante. Las
normas impuestas obran cual bisagra para impedir los desmanes de la mayoría
otorgando demasiado poder a minorías torpes. Un factor que adormece al
acomodado y espabila al sediento. No he llegado hasta aquí siguiendo el cauce
marcado, escapé de la podredumbre siendo vergüenza y la esquivaré de la misma
forma. La partida terminó en el tablero de la legalidad que tanto tranquiliza
al jovenzuelo, es hora de mostrarle la realidad que no atisba, será un curso
acelerado que le pondrá las pilas, de eso no tengo la más mínima duda…
Sonó el móvil que había
reposado sobre la mesa del director de la sucursal, reinando incómoda pausa
mientras atendía la llamada.
Lo imprevisto siempre
lo es para quien no baraja todas las posibilidades, cosa que suele padecer el
ofuscado por el falso poder que en realidad actúa bajo la invisible batuta del
verdadero. Es la enorme diferencia entre el asalariado enchufado por papá
ricachón y el empresario ex delincuente que zarandeo amenazando al mal fario
con hierro en mano, obligándole a abandonar el tablero tras limpiar su cartera.
Entraron cual vendaval
con el rostro enmascarado y las manos ocupadas en sus recortadas de película,
gritando amenazas que anularon a los presentes, insuflando nerviosismo en el
joven manda más.
― ¡Dios! Nos están
atracando.
―Querrás decir que os
están atracando.
El más fornido se coló
dentro de la oficina apuntando gélido con el hierro al son que ordenó que
levantaran las manos. Cosa que siguió al pie de la letra el ahora reducido a
puro terror, mientras su negado no hizo caso, ignorando al atracador que no
estaba por la labor de aguantar memeces, tanto es así, que propinó patada al
respaldo del impasible requiriendo que enseñara palmas.
―Deberías observar
antes de apuntarme con esa cosa.―Enseñando tez.―Puede que sabiendo actúes con
cierta delicadeza.
― ¡Don Tomás! Mil
perdones, señor. Puede irse o hacer lo que le plazca y discúlpeme, son gafes
del oficio.
―No te preocupes,
muchacho. Lo entiendo, es tu trabajo…Pero te agradecería que nos dejases un
segundo solos, puedes ir limpiando las panzas de la caja fuerte, al fin y al
cabo es tu cometido.
―Sí señor, descuide y
perdone mi osadía.
Quedaron como empezaron
con la ingente diferencia del mermado escenario, un atraco representa
resultados impredecibles que bien podía utilizar cualquier desalmado para
ajustar esas tuercas que andan fuera de sus roscas.
Sacó una pistola con
silenciador de algún lado apuntando al trajeado director, inexpresivo,
irradiando cierta locura en su hasta el momento relajada mirada.
― ¿Qué pretende?
―Solo los indecisos
preguntan evidencias. Ya no me haces falta, muchacho. Tuviste en tus manos la
oportunidad de apaciguar nuestra relación y decidiste negarme la vía legal, la
sociedad no para de abrumar con la cantinela de hacer las cosas bien, pero los
que manejan las herramientas para que funcione son haraganes viciosos y
corruptos que pretenden lo mismo que los de las recortadas aun sin padecer riesgos,
robar desde cómodo sillón y sin las molestias que ocasiona la policía, vuestros
perros.―Amartilló el arma.―Dios sabe que lo intenté, me alejé del mal camino
superando las amenazas de mis ex socios, esquivando las tretas de los
inspectores hasta levantar el negocio, limpio, dentro de vuestro marco excusa.
Pero por lo visto hay más delincuencia en este lado, que le vamos hacer.
No tuvo reparos, lo
hizo como quien pela patatas en su trabajo. Eliminó la prueba y salió de la
sucursal tras el paripé policial, declarar, aguantar alguna que otra puntada
dialéctica por parte de los maderos y aterrizar en el viejo bar de la esquina,
el de los chicos listos, para repartir el botín del atraco…
―Lo que no llego a
entender, jefe; ¿por qué entró usted
primero y nos dio la luz verde por teléfono?―Le preguntó uno de sus compinches.
―Tenía la esperanza de
poder optar por la vía legal, insulsa tontería. Al parecer tendré que volver a
mi auténtico oficio. ¡Qué remedio!
P.D. La mayoría de
criminales lo son por la condición insoportable de sus vidas. Puede que antes
hayan trabajado en infinidad de empleos mal pagados, sufrido la indiferencia e
incomprensión por parte de aquellos que ensueñan que pululan por los cielos
cuando son meros mortales, idénticos con las mismas necesidades. La policía,
los bancos, los políticos y cualquier reducto social, existe por el amparo de
la necesidad aun exagerada. Nunca jamás terminaremos con los atracos porque no
estamos dispuestos a diluir las tremendas desigualdades sociales. Lo que bueno
aparenta esconde rancia maldad ególatra al ser un gran negocio la pobreza… O la
moderna esclavitud…
®Dadelhos
Pérez (La ranura de la puerta) 2016
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