“Puedo
buscar en la consciencia su adversa nada oculta, pues pasos diera en volandas
del instinto, su hermano pequeño.
Puedo componer mil odas, disecar océanos de lágrimas para llenarlos de
espera, pues la esperanza versa desde el anhelo que marcha y se acerca, cual
mofa frente al espejo que te mira y observas.
Puedo poder aun imposibilitado, cruzar los lagos de la celeste bóveda,
anclar mis pasos junto a estrellas, llorar alegría apenado, y feliz, reír las
penas…
Puedo, quiero, alcanzo y resbalo. Este juego del humano que doblega o
endereza. Acunando melodías donde nada se alberga para postrar la esperanza en
el tocón de la distancia decapitando mi espera, descubrirte en mi regazo o en
la mesa… Abrazarte en el anhelo, diseñarte ensoñado o despertarme… O
despertarme… O despertarme… O despertar en certidumbre gélida harto de…
Tantas cosas puedo y de todas las posibles sólo una me resta. Descubrir
los universos fulgurantes de millones de estrellas en la mirada desconocida de
dama distinta cual compás del recuerdo, a las puertas del cielo y con el carro
repleto… Cumpliendo el deseo de…”
― ¿Quién
es?
― Un
vagabundo que trajeron los servicios sociales. Lleva internado más de diez
años, es el papá del hospital.
¡¡¡Tantas cosas puedo y de todas las posibles, sólo una me resta!!!
―Es un buen
poeta pero no entiendo, ¿a qué se refiere?
―Tranquila,
es inofensivo. Sólo quiere la cena, nada más.
“Tantas cosas puedo y de todas las posibles, sólo una me resta… La cena.”
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