SICARIO
La
vida es pérdida de tiempo que usamos para cualquier bobada. Fíjese
bien; los políticos venden seguridades sembrando inquietudes...
Cuidado con los rojos que meriendan bebés. Cuidado con los azules
que destripan al proletariado. Cuidado con el proletariado que
incendia con su lucha de clases… De hacerles caso, el caos, al
observar detenido, la respuesta es tan facilona como el lenguaje
trenzado por regimiento de guionistas en pro del politiqueo; puesto
muerto el perro se acabó la rabia. En este caso, enterrada la
verborrea se recupera la cordura, ¿no cree?
―Puede
que para usted esto resulte divertido, aunque no le veo la gracia.
¿Divertido?
Sólo soy un mero operario cumpliendo con su labor, señor. El
divertimento que desprenden mis actos es reflejo involuntario en
favor del buen ambiente. Cosa que heredé de mis viejas profesiones
allá en mis albores, la linda juventud. Trabajé prácticamente de
todo menos de puta, no tengo cuerpo para eso más bien para todo lo
contrario… Debería relajarse, nada de lo que diga o haga declinará
la balanza del destino, señor. En estos casos es cuando uno muestra
la pasta de la que está hecho, y no me malinterprete, me refiero a
las bases no al papel moneda. Porque ambos sabemos que de eso anda
usted bien servido.
―Todo
tiene un precio, incluso cualquier alimaña se vende. Debería soltar
una cifra y olvidar el asunto. Si persiste no tendrá calma durante
el resto de sus días.
¿Calma?
Cada vez que abre la boca me entran ganas de finiquitar la comanda.
Soy un sicario, un asesino a precio razonable que no se publicita en
grandes cartelones a tres colores empapelando la jodida ciudad. Mi
vida tiene de todo excepto la ilusoria calma… Terminaré como usted
aun sin soltar tantas gilipolleces. Los jodidos ricos de segunda o
tercera generación dais asco, no tenéis madera… Cuando se compra
un boleto de lotería se espera cualquier cosa, quitado que te toque
a pesar de hacer mil planes con los millones del premio. Chisme que
pasa al llegar el sorteo para ni siquiera comprobar el boleto…
―
¿Intenta negociar?
No
sea gilipollas, al menos no lo sea tanto… Lo que intento decirle es
que si tocara aceptaría el destino de la misma manera que lo aceptó
durante décadas, pagando la dichosa papeleta. Pues bien, usted ha
pasado años comprando el número matarife gracias a sus negocios,
jugando cual Al
Capone
con esos nuevos amiguitos del suburbio, gente que está acostumbrada
a enterrar a su madre, padre, hermano, hijo, conocido, desconocido,
vecino o a su propia mascota; que no perecieron a manos de cualquier
desalmado sicario del dos al cuarto; más bien los quitó él mismo
del medio por pura y dura comodidad… Imagínese la escena: “Papá,
he decidido independizarme. Creo que estoy preparado para emprender
mi propio camino.”
Y antes de que el viejo levante mirada del periódico, descerraja un
par de certeras en su cráneo.
―Pida
lo que quiera, cualquier cifra, me da lo mismo.
Ya
lo hice, hace un par de semanas en el restaurante holandés del
barrio mala reputación. No pusieron ninguna pega, es más, me dieron
la mitad por adelantado.
―Seguro
que podría mejorarla, doblarla, triplicarla…
Cuando
esté donde usted está, amarrado a silla en el centro de mi salita,
mi casa, con todas mis cosas, recuerdos, bobadas, adicciones y
soledades… No intentaré detener lo que sé que no se detendrá.
Simplemente pediré una copa y un buen habano antes de sucumbir, no
mucho más… Si usted lo hubiese solicitado se lo habría concedido
sin dudar…
―No
quiero morir.
El
señor es mi pastor (montó la pistola) y nada me faltará…
―Se
lo suplico, ¿algo habrá que pueda hacerle cambiar de opinión?
…Caminando
entre las brumas albeadas cuando fuego alcanzara la inocencia, pues
padre en tarde espera a su pequeña que sigue esperando… De eso
hace más de veinte años… (Colocó el cañón del arma en la
frente del aterido)… Hay algo que podría cambiarlo todo, eso sí,
si fuera capaz de proporcionarlo… ¿Recuerda a Laura,
la dulce niña preadolescente que conoció hace años?…
―
¿Qué?
…Es
el motivo de esta visita… Si eres capaz de devolverla a la vida te
dejaré en paz… El señor es mi pastor y nada temeré, alcanzando
las llamas de la perdición en los océanos de hielo conocidos como
venganza, pues soy el ángel exterminador que la cosecha ayudado por
la santa Parca insaciable y famélica por nuevas almas… corruptas…
(Y apretó el gatillo)
Fin.
®Dadelhos
Pérez