domingo, 3 de julio de 2016

Cadencia de carencia





 CADENCIA DE CARENCIA



Infame e impío rige estandarte conquista en el valle oro donde yace trigal moribundo, viento rotundo al son tambor guerrero. Formando ristra nerviosa de inocentes reclutas convertidos en soldados entregados al sinsentido del amo corona. Espadas en alto y santigua falso profeta; mientras cañones engullen contundentes que sembrarán muertes en el raso amarillo tiñendo de malva, cosecha de inertes en la cadencia experta en carencia humana.
Trota corcel monarca del sur al norte, nervioso, entretelas suelta discurso valeroso aquel que nunca cargara impávido buscando la parca que siempre encuentra. De Dios, menciona, y libertades proclama mientras al frente avanza infantería enemiga con fusil bayoneta, redoble sostenido, aliento ido, miedo espantando la natura sabia. Volando los alados, esprintando gazapos ante clamor redundante que aterriza de lleno en barbarie inminente (…) Y palabras del general apuntillan dejando rubricar a la de siempre, la muerte.
Soy paz en guerra que camina junto a muertos, divisando el tormento antes de experimentar tormenta. Y cuando orden rompiera avance preparando la hilera sesga vida, la locura fuere mi aliada desde recuerdos brotados por ansias regidas en miedos. Solté armamento quitándome la casaca, y tranco avance con pecho desnudo protagonicé inconsciente, ante el terror aterido que ahogaba mi alma por la obligación forzosa de tener que matar, cuando no lo pensé ni lo hice nunca antes.
― ¡Vuelva a la formación!―Ordena, ignoro.
Carencia de cadencia mostraron oficiales tanto como yo mismo mostrara aun con otros argumentos, brazos abiertos, hierro olvidado, alma expuesta, vida entrega, súplica entre dientes sin rezos alabanza mientras caminé por mi universo falto de ira, profano en milagros. Evitando, que uno solo de los presentes culminara el pecado mortal de arrebatar vida a semejante, en nombre aberrante sintetizado cual batalla ego, ergo.
Esperé descarga del frente extrañado, el cual, contagiado por mi locura bajaron fusiles pese a repetido mandato que ordenara desorden bala sesga vida. Sintiendo estruendo que me abatiera por la espalda, asesinado por el mando orgullo del bando pecado. El mismo que me alentara siendo esclavo recluta, comulgando parentesco etnia con actitud papá, al grito de traidor. Puesto de cobarde nunca pudo tildarme al buscar encuentro guerra sin fusil, sin casaca, sin resquemor, sin odio y sin remedio…
Cadencia de carencia en alba sanguinolenta estrenada con mi muerte, que no evitó la masacre en el valle trigal del oro reluciente convertido en cementerio infierno. Aquella mañana consigna libertades que liberó miles de inocentes almas, de entre ellas, la propia. Y de la propia las que claudicaron visitando la mía que las esperó apenas un instante comprendido desde el primer estruendo al más sórdido silencio.


© 2016, Dadelhos Pérez.





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