CHURUMBELES por Dadelhos Pérez
Fragancia
conquista cuando cerro vences, cruzando primero los secanos llanos
con escasa arboleda desperdigada en manto oro, alcanzando el
riachuelo que muerte enseña pues vida no alberga ni albergara
durante los durante, allá, en el rincón que olvida tras ser
olvidado por las modernidades fugaces que mueren frente a novedosas.
Esas modas que nada ilustran al son que desvalijan conscientes a
adeptos inconscientes que se persiguen constantes con el afán de ser
quien realmente son tras interpretar lo que nunca fueron, ni serán.
Te
hablo de tierras puras, vírgenes dominantes entre valles arrogantes
cual guardianes de la bazofia modernista. En ellas cohabitan sentidos
muertos en las selvas de asfalto, los mismos que saben de su
existencia a través de novelas, prosas, cuentos u odas; inspiradas
en terreno desolado en cuanto a la mano destructiva del hombre
ciudad. Lo puro siempre retoña de lo acrisolado en su linaje nítido
e inequívoco, cualquier otra cosa es mero sucedáneo.
La
humanidad insiste en alejarse de la natura que cabezona se pronuncia,
copiando a madre preocupada frente al desmán adolescente de su niño
pretendiendo ser adulto. Embocando pitillo veneno y soltando tacos
prepotente al creerse poseedor de la verdad única, esa falaz que nos
conduce por el laberinto tóxico hasta convertirnos en adultos
responsables. Otra tontería que resta frente a la verdadera
pretensión de la existencia que se concentra en aquello que menos
atención prestamos, pese a ser meros prestados sobre la faz de
nuestra madre tierra por ser finitos, errantes, de paso.
¿Y
te preguntarás a qué viene toda esta monserga idealista y
descafeinada? Sobre todo cuando se podría resumir en parca frase con
cierto tinte vilipendio que obvia descarado lo dúctil, escapando de
lo correcto por ser, de hecho, todo lo contrario... Pues bien, la
respuesta es tan sencilla o más que la cuestión si nos atenemos al
núcleo primario que nos hace ser lo que somos (…) Buscadores
incansables de nosotros mismos, igualito que el entregado, el esclavo
de modas que cambia de peinado cada semana, luciendo estridentes
colores imposibles que lo convierten en escaparate allá por donde
va...
― Papá,
no hace falta que des tanto rodeo para decirme que no te mola mi
estilo. Soy un “Churumbel” te guste o no. Me encanta la
música Churumbeles, su estilo de vida, entre nosotros nos
tratamos como hermanos alejados de la mierda social. Soy parte de una
tribu pura que sigue a pies puntilla ideario...
¿Qué
ideario? ¿Salir todos los días de farra? ¿Coger cogorza tras
cogorza o sisar tantos céntimos como puedas de mi cartera? Llegará
mañana, hijo, es algo que siempre te alcanza hagas lo que hagas,
creas en lo que creas. Anochece y albea consumiendo el que ahora eres
para despertarte una mañana y encontrarte frente al espejo con un
churumbel de cincuenta tacos tachado de retro y solo, sin tu
ahora flamante grupo del que muy pocos quedarán para recordar la
tonta época cuando estabais de moda, cuando os sentisteis alguien
acudiendo a los conciertos sufragados por vuestros padres que ya no
estarán... Puedes ser un Churumbel dentro de los Churumbeles
sin dejar de lado esa otra moda que nació y morirá contigo...
― ¿A
qué te refieres, qué moda?
Tú
mismo, hijo, tu universo... De ti depende como de mí dependió
cuando era un descarado Heavy de greñas indomables que agitaba la
cabeza atiborrado de cerveza y con el porro entre los resecos
labios... Al menos piénsalo, date una oportunidad. Creo que no pido
demasiado.
― Uno
es parte de algo siempre, papá. No una moda.
Valora
esto, hijo; si naces y mueres solo: ¿A qué grupo perteneces? La
vida es lección tras lección sin más pretensión que impartir la
siguiente que engendra la que vendrá, sin tener en cuenta esos
fugaces grupos accidentales que convergen en parca centésima
condenada al recuerdo, información vana o rentable dependiendo del
alumno, de ti mismo. Incluso la familia es efímera, un pacto que
puede derrumbarse en cualquier momento por la evidencia de que cada
individuo es una moda pasajera, tanto, como la misma vida entregada a
la muerte desde la concepción que la lanzó al tétrico mundo
desconocido y hostil. Aprender, aprenderte para morir sabiendo quien
eres, nunca quien pudiste ser o quien pretendiste para hacerlo sin
remordimientos ni pesares. Haz lo que creas si realmente lo crees,
hijo. Sólo soy tu padre, simplemente eso, ni más, ni menos.
―De
acuerdo, viejo. Me voy a la plaza, dame cincuenta euros para pipas.
¿FIN?
®
Dadelhos Pérez
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