REY MALDITO
por Dadelhos Pérez.
Capítulo 11º, “En el bosque de Mar.”
Cabalgaron durante una hora alcanzando la arboleda del frondoso y
extenso bosque del este en el Ducado Mar, gobernado por el Marqués
Tristán, conocido por sus formas nada condescendientes para
con el régimen de poder, aun respetado por el rey Godofredo
tras la contienda de los Almos. Cuando sus afamados lanceros
engrosaron las filas del monarca y el Marqués cabalgó a su lado,
siendo el primer señor que mostrara lealtad en tiempos penumbra
animando al resto que se adhirieron contra el levantamiento del joven
duque Dorth.
Aunque en las últimas dos décadas se dedicó a defender su
territorio de las incontables intrusiones y saqueos padecidos en los
poblachos colindantes allá en la frontera que custodiaba el Lobo
de Guerra, fiel amigo y aliado, que colaboró estrechamente en su
defensa.
Puede que por el conocimiento y la cercanía de los Maristas,
Assin pensara que cabría la posibilidad de hallar alianzas
reuniendo grueso milicia y entablar resistencia a los traidores;
convencido que su amada Adelha, el general Lobo y el
resto de aliados adictos a la corona del rey Godofredo, habían
sucumbido.
La densa vegetación acrecentaba cuando más se adentraban en el
bosque del ducado, coníferas varias se entremezclaban robledas
siempre anegadas por matojos espinos que molestaban a las bestias en
su avanzar, e incesante canto de riachuelos; al estar plagado de
afluentes de la dulce vital al igual que ocurría en el Serrado,
aun con extensión indómita. Pronto se vieron abocados a descabalgar
al ser imposible el avance a lomos de los cansados corceles,
ordenando acampar en un más que diminuto claro que moría en la
orilla de delgado riachuelo de aguas vivas aun escasas.
—Asegurad el perímetro y rotad
guardia, yo intentaré descubrir de que lado anda el Marqués. Me
acercaré a su bastión para echar un vistazo.—Clavando
su mirada en el opulento cabo barrigón con ojos derrotistas.—Quedáis
al mando de la columna Miedo, cabo.
—¿Qué columna Miedo? Fijaos
bien señor, somos una cincuentena de hombres...
—Somos cincuenta soldados de la
afamada columna Miedo, cabo. No nos importa el número del
adversario, el color de su piel, las armas que pueda poseer, ni
siquiera el vasto poder de los dioses a los que suplica plegarias.
Estamos adiestrados para luchar hasta nuestro último suspiro sin
retroceder. Puede que la encerrona padecida caiga cual vergüenza
desalentando y hundiendo en la negación. Pero golpearemos una y otra
vez aunque nos convirtamos en meros asaltadores de caminos.
Mellaremos su moral, les robaremos sus valías, reclutaremos
condenados y los adiestraremos hasta volver a formar un puño con el
que aplastar al enemigo.—Agarró
su arco largo y la veintena de flechas de su silla de montar,
devolviendo mirada al orondo.—Está
al mando de la columna Miedo, cabo.
—¡¡¡Es un honor servir en la
columna, señor!!!—Desenvainando
acero y señalando al cielo, gritó de nuevo.—¡¡¡Viva
nuestro General Assin!!!
Se adentró en busca de la ladera
derecha por angosto sendero natural evitando la principal que moría
a pies del poblacho. A diferencias de otros ducados o marquesados,
los maristas únicamente poseían cual fortificación una empalizada
cual muralla y la almena vigía, sin vasta construcción ni grandes
lujos. El convencimiento devoto a la santa cruz del Marqués melló
profundo en sus gentes, muchos clérigos habitaban sus tierras aun no
desperdigados. En cuanto a efectivos, sin duda era uno de los
marquesados del norte con ejército vasto aun no bien armados. Sus
lanceros afamados en todos los reinos conocidos, los mismos que
vencieron frente a la poderosa caballería del Sultán en la guerra
divina que constituyó el reino, eran sin duda los más
experimentados. Más, sabedor de la participación de estos cual
mercenarios en tierras lejanas. En resumen, representaba un diminuto
reino dentro del país sin depender del rey Godofredo,
ya que éste concedió dicho privilegio en agradecimiento al Marqués.
Ascendió la ladera plagada de
rocas salientes y densa vegetación ya mencionada divisando las
empalizadas del bastión. Refugiado tras piedra, rescató el extraño
aparato que permitía ver a lo lejos, el mismo que le regaló un
guerrero árabe que conoció en el Serrado cuando pasó varias
semanas en el acuartelamiento entablando amistad con el joven
capitán, tanto fue así, que le regaló la máquina de ver lejano
junto a su mano con la promesa amistad elevada incluso a la alianza.
Aquel fornido de piel morena y ojos redondos en tono noche, se
presentó como Mohamed, partiendo hacia el ducado de Dorth meses
después.
Cuando miró a través de la
mirilla empalideció de inmediato, varios soldados del Sultán
pululaban en las tripas del acuartelamiento bien armados, las
empalizadas gozaban de innumerables guardias y pudo escuchar el
relinchar de ingente cantidad de caballos. Se sentó apoyando su
espalda en la roca sin saber que diantres estaba ocurriendo,
acudiendo a su mente un sin fin de cuestiones.
—¿Por qué la
encerrona?—Murmuró
abstraído.—Les
bastaba con proteger las murallas de nuestros quinientos hombres y
esperar la llegada de las hordas comandadas por Dorth.
Nada podríamos frente a más de cinco mil soldados bien armados. A
no ser que desearan capturar a uno de nosotros por algún extraño
motivo que no consigo comprender. ¿Adelha?
Si, de todos es la única con la suficiente valía para extorsionar a
la señora... No consigo entender los movimientos del enemigo.
Resonó conquistando todo varios
estruendos llegados del oeste, de la ciudadela de los Llanos.
Siguió ascendiendo hasta alcanzar la cima de la montaña observando
de nuevo con la extraña máquina hacia la posición del enemigo, y
no dio crédito a lo que vislumbró.
Las catapultas del duque
disparaban contra los regios muros del bastión mientras sus tropas
maniobraban preparando asalto. Infantería provista de enormes
escaleras, y tras ellos, caballería ligera. Los arqueros montaron en
las máquinas de asalto empujadas lentamente hacia el objetivo, el
objetivo...
—¿Qué está ocurriendo? ¿Por
qué Dorth ataca a sus aliados?
—¡¡¡Quieto!!! Deponed
vuestras armas, señor.—Desde su espalda.
Adentrarse en el feudo del
Marqués y descubrir el ejército que aguardaba orden, acampado en el
enorme descampado al este del acuartelamiento, le valió para
entender que no se trataba de insurrección interna alentada por
varios señores del reino. Los cientos de estandartes verdes con la
media luna del Sultán, evidenciaba que estaban en los albores de
gran guerra como ya sucedió décadas atrás, cuando el padre del rey
Godofredo constituyó el reino esmeralda tras su fragante victoria
frente a las hordas musulmanas, las mismas que sólo pretendían
defender la ciudad del sur, en la frontera, del avance imparable de
los norteños con jefatura bajo el mando del antiguo rey y padre de
Godín y Silvyna. Viendo como las escasas fuerzas del nuevo monarca,
tras la atroz batalla en las tierras del sur, se enfrentó valerosa
lanzando su temida columna Miedo y expulsando a los norteños que
regresaron a sus tierras, no sin antes firmar el pacto de paz a tres
bandas... El Sultán Hamirh, el emperador nórdico y el padre del rey
Godofredo, Salt-emir.
—El aguerrido hijo del Marqués,
el capitán Assin; todo un honor tenerle en mis humildes
dependencias.—Ordenando retirarse a la guardia.—Supongo que poco
debo explicarle a su merced, ¿verdad? Es evidente la evidencia del
mal que vuelve a gangrenar nuestras tierras. Pase y acomódese, joven
guerrero.
—¿Dónde está el señor del
marquesado?
—Desde hace tres lunas, en este
independiente marquesado gobierna la señora, no el señor. Pero no
disponemos del suficiente tiempo para explicar cómo llegué al
poder...
La guerra da su primera batalla
entre los que parecían aliados, el joven Tierno Tizón, nieto del
monarca insurrecto comanda las fuerzas del depuesto Dorth sin que
estas se subleven a su mandato, ¿por qué?
En la empalizada oeste del
marquesado Mar, los maristas unidos a ingente ejercito musulmán
preparan movimientos bélicos con objetivo aun no revelado... ¿Quién
es el verdadero enemigo? ¿Escaparán los adictos al rey Godofredo de
las mazmorras del Llano aprovechando el desconcierto de la batalla?
¿Atacaran las hordas del señor de la guerra? ¿Cómo pudo cruzar el
ejército del sultán el reino sin ser advertido?
Como puedes contemplar, los
bandos andan aún en grises exceptuando al terrible Tizno Tizón y
sus enfrentados... La verdad será revelada cuando culmine la
sanguinolenta batalla del Llano que ya ha empezado... Un reino con
dos monarcas, intenciones veladas y objetivos ambiciosos siembran de
penumbra el diminuto reino esmeralda... Pronto, en éste blog, el
capítulo 12º de esta saga, mucho queda... Recuerda ser feliz
siempre, no pongas excusas. Un saludo, familia.
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