DESPUÉS IMPROVISAMOS por Dadelhos
Pérez
Avanzan lentas en el
cielo cual humareda blanquecina arropando la luna y sus estrellas,
bello manto que viera a través del reflejo de tu mirada, en la noche
sacra que argumentó mi existencia dando sentido vida convertida en
entrega, puesto que carne compartiera en lecho condenando mi alma al
añoro de quererte, la pasión de buscarte, el anhelo de besarte y el
disfrute de escuchar tus andanzas cotidianas en los minutos
diferentes que me embriaga...
Por eso escribo sentado
en el centro recuerdo, en el nuestro, en los besos primeros que
resultaron picos adolescentes, mientras la música del antro invadía
el ambiente sin quebrar la burbuja halo que nos envolvió llevándonos
a los prados humerales, subiendo y bajando las cuestas trémulas de
la porosa reina en el paraíso prometido aun sin cielo, alcanzando
una muerte primera que condujo a otras más hermosas, más íntimas y
con todo conocimiento... Te extraño...
Por eso escribo sentando
en la soledad que no asesina, en el cuarto desierto aun vestido con
muebles, cortina y recuerdo, mi amor, que emana inspiración
consumida por los años esperanza que más bien fueron encuentro
vivido aun vivo, de décadas ensoñadas donde la vida reinaba y el
futuro moría a manos del amor que impone presentes, regurgitando
pasados en gracias y juegos que terminan donde siempre terminaron...
Te extraño porque te quiero, te amo, deseo, comulgo y ofusco
amartelado por las hondas de tu castaño cabello; por tus gestos, tus
miradas, tus....
—¿Qué
escribes, algún poema para alguna querida?
—No
escribo, mi amor, describo con la paciencia que me han regalado
tantos años vividos, por suerte, a tu lado.
—Zalamero,
ya no soy aquella adolescente vivaz que siempre sonreía, mírame.
—No
hago otra cosa, mi vida; pasa y cierra la puerta, te leeré lo
escrito sin necesidad de papel, ni siquiera palabras... Mejor lo
reescribo en tu piel con la lentitud de la perfección hasta que
muramos leves en el orgasmo...
—Siempre,
mi vida; me alegra envejecer a tu lado, cada palabra tuya me
rejuvenece cinco años, esculpe mi cuerpo volviendo a los mejores
tiempos...
—Mejor
te llevo, no lo cuentes, deja que comience mi relato con un tímido
beso...
—¿Y
después?
—Después
improvisamos.